- A días de que se inaugure una galería comercial en el espacio de lo que fue la antigua casa de antigüedades Lagazio, en calle Colón, repasamos los orígenes de una tienda insigne del plan de Valparaíso que cerró sus puertas el año 2018.
- Esta tienda, no sólo fue declarada Memoria Viva en 2010 por la Municipalidad de Valparaíso, sino que marcó a varias generaciones para finalmente cerrar sus puertas, ya sea por falta de clientela y falta de visibilización de su real rol.

Caminar por la tienda en su momento de esplendor, y luego ingresar cuando se encuentra medio vacía y en proceso de reorganización, demuestran los cambios que ha tenido Valparaíso. La ausencia de un mercado estable para las antigüedades y la falta de clientes realmente eclipsó el trabajo de décadas de la familia Lagazio, dueña además del edificio donde se instaló.
Alessandro Lagazio, nieto de Humberto, quien trabajó en la tienda antes de su cierre y quien además es restaurador patrimonial de profesión, considera que “la tienda fue un aporte hacia la comunidad, en cuanto lo que era el arte, la historia, la historia del estilo, la cultura de la gente”.
Además, poseía un sello muy especial en su trato cotidiano: “siempre mi abuelo invitaba a la gente a disfrutar y también a compartir. De repente, te podía invitar a una rica conversación acompañada de un café, un “guachucho”, un café con aguardiente infaltable en ese salón. Entonces era muy entretenido ir, porque era un museo abierto a la comunidad. Más allá de ser un negocio, era un sitio muy grande, maravilloso, entrabas ahí y te transportabas en el tiempo. Y era uno de los pocos lugares, en la quinta región con este estilo”.
“Realmente era una tienda muy grande, que albergaba tantas cosas como sombreros, muebles, lámparas, esculturas, entonces era una maravilla, uno entraba y quedabas asombrado con los objetos que había. Y entrabas tranquilo, podías mirar, recorrer el negocio tranquilamente y disfrutar. Y saber que no era necesario comprar algo. Era un lugar donde podías ir a pasear, simplemente ir a mirar y disfrutar. Así que yo creo que mi abuelo cumplió un rol en cuanto a la cultura, la historia reciente de Valparaíso. Es una pena que haya desaparecido. Él luchó porque este negocio continuara después que él no estuviera. Y este negocio fue la vida de mi abuelo. Y bueno, partió por mi bisabuelo, pero era parte de ellos, de su vida. Hay varios negocios en Valparaíso que han aportado harto, pero siento que en cuanto al arte, éste era uno de los que aportaba más”, agrega.
De los tapices a las antigüedades
La historia de la tienda es la historia de un migrante joven de 14 años, nacido en 1890 que viaja desde ciudad de La Spezia en La Liguria y llega a trabajar a Valparaíso. Luis Lagazio Cavallo, se inició como aprendiz en la mueblería «Ugarte» como jefe de taller. Lo sería hasta 1936, donde se independizaría y abriría su propia tapicería, junto a su hijo Humberto quien tenía 18 años.
Sería la Casa Lagazio la encargada de decorar las grandes residencias en Viña del Mar. La colonia inglesa y la italiana son las que más piden sus servicios. Interoceánica y de la Sudamericana de Vapores, son sus clientes. Teatros y cines, buques como La Esmeralda. Butacas, alfombras, cortinajes y las más elaboradas pasamanerías quedan con el sello de esta tapicería, dándole un especial encanto a teatros y cines tan conocidos como el Victoria, Velarde, Imperio, Colón, Valparaíso, Rivoli.
Luis y Humberto, explica Alessandro, “trabajaron juntos mucho tiempo y después, mi abuelo Humberto, el “Güilla”, abrió una tienda tipo bazar, con muebles hechos a mano y piezas de arte de buena calidad cerca del año 1970″.
El giro se daría en 1975, “cuando Humberto Lagazio fue invitado a convención de anticuarios en el casino de Viña del Mar, donde se entusiasmó mucho con el rubro. “Tanto así, que a la semana siguiente liquidó las cosas del bazar, para dedicarse sólo a las antigüedades.”
“Mi abuelo se dedicó a buscar muebles de estilo francés y estilo inglés, muebles de caoba, roble americano. En cuanto a la tapicería Lagazio, que se hizo muy famosa, se dedicó a hacer cortinaje y tapicería de las grandes casas de Viña del Mar y Valparaíso, como teatros y barcos del Palacio Rioja, del Buque Escuela La Esmeralda, del Palacio Presidencial de Cerro Castillo. Es así como la tienda se hizo un renombre, que le sirvió para las antigüedades. Mi abuelo iba a los remates, y cuando a él le interesaba algo, la gente competía con él, porque intuían que había algo interesante en el lote, dado que si no no se interesaba”.
«En tiempos del salitre llegó a Chile mucho mueble europeo original, sobre todo inglés de caoba. Por el 1900-1910 excelentes réplicas comenzaron a fabricarse acá, pues varias mueblerías traían su personal de Europa», explicó en vida don Humberto. De las cosas más valiosas que vendió, fue una tapicería francesa del siglo XVIII de cerca de 6 metros de altura, adquirida para el Palacio de La Moneda. Incluso, en el registro de ventas y clientes se encontraban hasta ex presidentes, como Gabriel González Videla y Eduardo Frei Montalva.
Don Luis Lagazio falleció el año 1986, a los 96 años de edad. La casa Lagazio funcionó hasta 2018 y cerró luego de 58 años de vida. Las dificultades en las ventas y la falta de apoyo, de acuerdo a Don Humberto, lo hicieron avanzar en la idea de un primer remate, en 2008. Luego, siguió con el negocio hasta su fallecimiento. Su hija mayor Orietta, quien trabajaba de la mano de su padre, es la encargada de realizar un segundo remate, esta vez previo al cierre de la tienda, en 2018. Ese momento marcó el cierre del espacio, la salida de la hermosa puerta de bronce y la mayoría de los artículos que en ella se vendieron.




En las fotografías, la familia Lagazio con Luis y Humberto de niño, luego Humberto Lagazio joven y Luis Lagazio en la tapicería. La última foto corresponde al equipo de trabajo de la tapicería.
Para Alessandro Lagazio, el papel de su familia, especialmente su abuelo, en lo que podría llamarse una suerte de visibilización del patrimonio es que “volvían a dar vida muebles, siempre trabajaron con muy buenos maestros y la gente quedaba fascinada entonces con el tiempo se hicieron de renombre y la gente confiaba en mi abuelo gracias al gran trabajo que realizaban y sus conocimientos, por supuesto mi abuelo sabía mucho, mucho, mucho del rubro de las antigüedades, podía reconocer los estilos, reconocer marcas, tenía harto conocimiento en cuanto a lo que era pintura. Sabía reconocer una pintura original o de una falsa. Siempre estuvo preocupado de que todo lo que se vendiera en el negocio fuera, se encontrara en muy buen estado. Los muebles de repente llegaban, algunos no en muy buen estado, pero tenía su taller. Así que los restauraban y quedaba una pieza única, preciosa, la gente confiaba mucho en él. Entonces la gente lo quería mucho, lo conocían por todos lados. Encontrar lugares así hoy en día es difícil. Entonces por eso es triste ver que desaparezcan estos tipos de negocios, negocios familiares y de tanta trayectoria”.