“Porque soy porteña”, con esa frase Ximena Urbina abre el diálogo sobre su motivación por el tema de los conventillos en Valparaíso, el cual abordó en su tesis de magíster en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, dirigida por el profesor Santiago Lorenzo.

“Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920: fisonomía y percepción de una vivienda popular urbana”, es el resultado de la investigación que ya cumple 23 años. La profesora titular y miembro de la Academia Chilena de Historia explica que se interesó por el proceso de poblamiento de los cerros y “me centré en las casas pobres, porque habían sido menos estudiadas que las de cerros Alegre, Concepción y Playa Ancha. Al interesarme por esas casas de la pobreza y, en general, por el Valparaíso de fines del XIX, llegué a consultar la documentación más antigua que se guarda en la Municipalidad de Valparaíso”, y agrega que en ese proceso pudo “ver documentos de inspecciones de Policía Urbana y de Higiene, entre otros, practicados por la Municipalidad desde mediados del siglo XIX, que se conservan en forma de legajos”.
Respecto a la importancia de los conventillos en el contexto social y cultural de Valparaíso durante el período 1880-1920, Ximena Urbina señala que“al leer dicha documentación, más la prensa de la época, especialmente el Mercurio de Valparaíso y La Unión, me di cuenta de que el concepto “conventillo” se repetía permanentemente, y que éste, más que identificar a una tipología constructiva, se usaba para referirse a casas de pobres. Pero no solo tenía una connotación de casa-habitación, sino que se asociaba a barrios (“barrios de conventillos”) y a características físicas y morales, ya que el conventillo era visto como un lugar de pobreza pero también de insalubridad, vicios morales (prostitución, delincuencia, alcoholismo) y epidemias”.
“Esta “época de oro” del conventillo coincide con el boom de la migración campo-ciudad (no solo en Chile, sino en el mundo, al menos en el Occidental) y, por lo mismo, la falta de equipamiento de Valparaíso para dar casa-habitación, agua corriente, retiro de basuras, entre otros, lo que terminó siendo un problema enorme por la alta concentración de población en el poco espacio disponible para construir que tiene la ciudad. Esto junto con la llegada de epidemias, acaecidas precisamente por la mayor conexión mundial. Los conventillos fueron vistos como un problema, pero a la vez era la única forma de vivir para quienes llegaban a instalarse a la ciudad a buscarse la vida. El problema conventillo se quiso erradicar o sanear mediante normas que regularan las nuevas construcciones para pobres (de patio y baño común) o que transformaran los antiguos. El ideal era el cité, al que se le ponía el adjetivo de higiénico.”
– ¿Cómo desafía el conventillo, la autoconstrucción y el rancho a las políticas imperantes respecto al urbanismo a principios del siglo XX? ¿Qué ocurre posterior al terremoto de 1906 en relación con el diseño del plan de Valparaíso?
“Antes del terremoto, la Municipalidad normó en varias ocasiones cómo debían ser los conventillos, para que fueran higiénicos y no se los llevara el barro en el invierno. A nivel nacional, en 1906, antes del terremoto se dictó la Ley de Habitaciones para Obreros, que buscaba mejorar ese tipo de casa-habitación (el ideal era el cité, ya dicho) y, con ello, el modo de vida de sus habitantes. Pero antes, progresivamente, desde la década de 1890 los conventillos fueron desapareciendo, al transformarse algunos de ellos en cités, y otro extinguiéndose completamente porque los habitantes fueron colonizando espontáneamente otros cerros de Valparaíso, como los que están sobre el Almendral y sobre la avenida Argentina. Ello es fruto de un orden y control dado por la Municipalidad, así como por la mejor provisión de agua y de acceso a los cerros, en comparación a cómo era antes. Y así, el proceso siguió”.
– ¿Cómo consideras que el conventillo y el cité marca a Valparaíso, desde la mirada de la construcción de lo que hemos denominado el área de rescate patrimonial? ¿Hay una contradicción o un desprecio por las culturas populares en nuestra mirada de la memoria?
“El conventillo dejó de existir en la década de 1910. Lo que después de eso se llamó conventillos son, en realidad, cités. Pobres y estigmatizados, pero mucho más dignos, más cercanos a lo que en Buenos Aires se llama Conventillos y en México, casas de vecindad. No hay conventillos en el área de rescate patrimonial. Lo que hubo allí fueron cités, y ni unos ni otros son propios de Valparaíso, sino que los hubo en Viña del Mar, en Santiago, y en todas las ciudades medianas de la primera mitad del siglo XX. Yo no creo que haya desprecio por lo que pueda llamarse culturas populares: al contrario, lo que hay es, a veces, exaltación de la pobreza por parte de observadores externos, como si fuera un valor: una romantización de la pobreza.
– ¿Cómo describirías la percepción que tenían los habitantes de Valparaíso sobre estos espacios en comparación con la mirada más externa y hegemónica?
Los conventillos y cités eran visibles y, por lo tanto, apremiantes: en Valparaíso toda la vida urbana ocurría en un espacio reducido, y visible, como he dicho al comienzo, a diferencia de Santiago.
– Finalmente, qué opinas sobre el concepto de patrimonio en relación a la visión actual de Valparaíso y un desmarque de lo que son las clases populares que también le dieron vida a la ciudad? ¿Hay alguna deuda con la vivienda popular?



No me parece que al considerar el patrimonio de Valparaíso se quiera evitar incluir en él las “clases populares”. Al contrario. Las calles y edificios de la ciudad fueron espacio de uso de ricos y pobres. La ciudad entera puede ser considerada de valor patrimonial, por su emplazamiento y por su identidad en cerros y barrios, y no solo la que formalmente forma parte de la declaratoria. El principal sentido de Valparaíso fue el trabajo en el mar: marineros, marina mercante, estibadores, lancheros, pescadores, etc., dueños de bares y cantinas, etc.: todo eso es “popular”, no es de ricos.
Por último, es importante pensar la ciudad desde la mirada del transeúnte y el observador y ahí cobra especial interés la particular fisonomía del puerto, dado que para la historiadora: “Valparaíso se despliega completa; es visible desde cada sector del plan. No queda diseminada en un plano alejado del centro a medida que la ciudad crece, sino que, al contrario, se despliega al frente y arriba de la mirada. El observador puede ver todas las casas y todas las calles”.