Patrimonializar: cuando lo privado se vuelve identidad colectiva

  • Edificios como el Palacio Rioja son parte de la memoria cotidiana de la ciudad de Viña del Mar. Si bien su origen es elitista y excluyente, diversos procesos, especialmente su adquisición como bien fiscal les han permitido ser resignificados por la ciudadanía.

Al describir como es la ciudad de Viña del Mar, más allá del cliché donde mar y playa parecen ser protagonistas, existen construcciones, mansiones y chalets que decoran avenidas y calles centrales de esta urbe relativamente nueva, pero con aires y aromas tradicionales.

Si bien ese lienzo urbanístico está en pleno declive y cambio constante, dado el auge de construcciones contemporáneas y muy densificadas, resisten aún algunas casonas mayores, bajo el alero de universidades o el municipio de Viña del Mar, como el Palacio Rioja.

Este edificio se emplaza en pleno centro de la comuna y se erige como un espacio donde se efectúan diversas actividades de corte cultural, en medio de un lindo paisajismo, una plaza infantil, un café para los caminantes y la hermosa disposición al público del Museo de Artes Decorativas que corresponde a la representación del mobiliario utilizado por sus primeros dueños, además de una sala de cine, otra de exposiciones y la infaltable agenda musical que mantiene la agenda viñamarina a medio vivir.

¿Cómo es que un espacio privado de este tipo se convirtió en parte de la identidad pública de la ciudad, junto a otros como el Palacio Vergara o por ejemplo, el Castillo Wulff? La respuesta estaría en lo que el concepto de patrimonializar explica.

Martín Suárez, profesor de Historia de la Universidad de Playa Ancha y de la Universidad Católica de Valparaíso, lideró el proyecto “Patrimonio, élite y memoria en Viña del Mar”, como retribución de una beca obtenida a través de los Fondos de Cultura del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (Folio 733497).  El proyecto contempla talleres vivenciales abiertos a la comunidad, en los que los participantes recorren el Palacio Rioja y luego reflexionan sobre su historia, su entorno y el proceso que lo transformó en bien patrimonial.

“Se trata de entender cómo se valoran patrimonialmente espacios que fueron privados y exclusivos, y que hoy son parte de la comunidad”, explica Suárez. “La patrimonialización es un proceso histórico, cultural, social y, sobre todo, político. Tiene que ver con cómo las comunidades redefinen lo identitario: lo que las representa, lo que pertenece a su memoria colectiva”.

El cruce con las élites y la vida cotidiana

La investigación también analiza cómo se configuraron las élites locales, particularmente a inicios del siglo XX, cuando Viña del Mar y Valparaíso eran centros de la burguesía chilena. “El concepto de élite es complejo, porque históricamente estos espacios no se diseñaron para incluir, sino para excluir. La patrimonialización busca revertir eso”, sostiene Suárez. “Para que haya valoración del patrimonio, es necesario abrir los espacios. Si no se abren, si no invitan, no generan vínculo. Y sin vínculo no hay emotividad, y sin emotividad no hay identidad”, puntualiza.

En ese sentido, insiste en que el trabajo con comunidades debe llegar también a sectores alejados, como cerros o poblaciones, donde muchas veces el patrimonio parece ajeno o inaccesible.

Los talleres impulsados por el proyecto invitan a los asistentes a observar el inmueble desde sus vivencias personales. Se les entrega un mapa mudo del palacio y, mediante un recorrido guiado, se les pide identificar qué elementos del lugar les resultan significativos, y qué otros modificarían o agregarían desde su propia experiencia cotidiana.

“Por ejemplo, muchas personas recuerdan en sus casas una ‘silla de la abuela’, que solo se usa en fechas especiales como Navidad o Año Nuevo. Esa lógica también existía en el Palacio. Espacios como el comedor principal no se usaban a diario, tenían una función ceremonial”, comenta el historiador. “En el fondo, estos hitos marcan tanto la vida de las familias comunes como la de la élite, aunque en distintas escalas”.

Así, los visitantes comprenden que estos espacios no eran solo símbolos de ostentación, sino también escenarios de una vida corriente, con momentos de intimidad y celebración que resuenan con las propias historias familiares.

Entonces, la invitación es doble. Por un lado a repensar estos espacios desde lo emotivo y señalar como se hubiesen utilizado o qué les hizo falta y también, repensar en el acervo familiar, donde se resignifican los espacios privados. La experiencia, vivencial, se repetirá durante todo el mes de agosto.

Una postal viñamarina

El Palacio Rioja fue construido entre 1907 y 1912 por encargo del empresario español Fernando Rioja Medel, avecindado en Chile desde 1879, como residencia definitiva para su familia. En 1956 fue adquirido por el municipio y, actualmente, alberga uno de los Museos de Artes Decorativas más importantes a nivel nacional.

El edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional por el Ministerio de Educación en 1986, y Edificación de Interés Histórico y/o Arquitectónica por la Ilustre Municipalidad de Viña del Mar el año 2000.