Valparaíso: la memoria del terremoto de 1906 aún sacude a la ciudad

  • Andrés García y Marco Cisterna analizaron las implicancias del impactante evento que dejó media ciudad destruida y 3.800 muertos. El primero, desde la prensa de la época y, el segundo, desde la sismología y los impactos del sismo en su estudio.  

El pasado 16 de agosto se cumplieron 119 años del terremoto de 1906, un sismo de magnitud 8.2 que estremeció Valparaíso durante 45 segundos. El desastre no solo dejó una ciudad en ruinas, sino que también marcó la historia del estudio sísmico del país, gracias a que producto del desastre, el presidente Pedro Montt creó el Servicio Sismológico Nacional, contratando al sismólogo francés Ferdinand Montessus de Ballore para liderar la nueva institución.

Había sido un evento de una enorme magnitud: Al terremoto le siguieron marejadas, dado que su epicentro fue frente a la bahía. Además, se sucedieron destructivos incendios y muchísimas réplicas. La mañana siguiente los porteños despertaron con un panorama realmente desolador. Se estima que las víctimas del terremoto fueron cerca de 3.800 personas, más los heridos y los daños a la propiedad.

En el marco de un ciclo de conferencias organizado por el Museo de Historia Natural de Valparaíso, el periodista e investigador Andrés García Lagomarsino y el geólogo Marco Cisternas —director del Laboratorio de Geotsunami de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso— reflexionaron sobre las múltiples aristas del evento: desde sus efectos físicos hasta su impacto social y cultural.

La violencia tras el desastre

Andrés García estudió durante más de un año la prensa de la época, revisando medios locales como El Chileno, El Heraldo, El Mercurio, La Unión y revistas como Sucesos, Zig-Zag y La Lira Chilena. Su investigación revela un escenario marcado por el caos posterior al sismo: “Las pandillas quemaban casas que no habían colapsado para obligar a la gente a huir y luego saquearlas. La respuesta fue brutal: si se pillaba a un ladrón, se le fusilaba”, relata el autor del libro «El terremoto de Valparaíso en la prensa porteña de 1906».

El puerto, en esos días, se convirtió en una ciudad sitiada. Saqueos, asesinatos, castigos públicos y hasta bandas criminales —como la liderada por la denominada “Vampira”— revelaban un profundo nivel de descomposición social. “Fue una ciudad en estado de sitio, donde la miseria convivía con un férreo control militar”, agrega García.

Pese al horror, también surgieron figuras heroicas. El doctor José López organizó un sistema sanitario de emergencia, mientras que voluntarios anónimos retiraban cadáveres en plena noche para evitar epidemias. “Estos personajes, olvidados por la historia oficial, representan la resiliencia comunitaria en tiempos de crisis”, destaca el investigador.

Pero el terremoto no solo arrasó con viviendas e infraestructura. También profundizó las desigualdades sociales. En las páginas y páginas revisadas, además de encontrar pocos atisbos de una prensa alarmista, el periodista señala que le “impactó la violencia de la época, los femicidios, la insalubridad y, especialmente, el abandono de la infancia”, comenta.

Redadas mensuales retiraban de las calles a niños vagabundos, enviados a la Casa Correccional en Santiago. Mientras tanto, la élite porteña abandonaba la ciudad, migrando a Viña del Mar, Recreo o Santiago, dejando atrás un Valparaíso empobrecido y sin recursos.

Lo que algunos cronistas calificaron como una “limpieza urbana” fue, en realidad, un proceso de marginación de los sectores más vulnerables. Esa mirada elitista, según García, aún resuena en la manera en que se gestionan las emergencias en la ciudad.

De ahí que resuenen algunos planes para la reconstrucción de Valparaíso, donde la prensa de la época indica que un grupo de vecinos empezó a organizarse para ayudar y luego planear la reconstrucción de Valparaíso, grupo por la élite y autoridades. «El trazado de la ciudad en su parte plana contiene todas las condiciones que exige una ciudad moderna», bajo esta idea se diseñó el nuevo plano que fijó dimensiones de las avenidas, calles, plazas y bulevares.  Conventillos, rucos y campamentos también fueron extirpados de la ciudad en su parte baja y reubicados. (Actas de la Comisión General de Vecinos).

Ciencia y terremotos: del archivo al laboratorio

Más de un siglo después, la ciencia sigue extrayendo lecciones del terremoto de 1906. En el primer boletín del Servicio Sismológico, Montessus de Ballore advertía sobre la urgencia de estudiar los fenómenos sísmicos y de masificar la construcción antisísmica, una práctica hasta entonces ignorada en Chile:

“Se entendió vivamente la importancia de la vulgarización de los métodos para construir asísmicamente, una parte de la sismología hasta la fecha completamente ignorada en Chile, lo que originó en gran parte los daños causados por el terrible suceso”, detalla en el primer boletín de análisis del recién creado servicio.

Marco Cisternas destaca cómo esos datos históricos se han convertido en insumos científicos clave. Por ejemplo, se sabe que el antiguo matadero frente a Caleta Portales se vió levantado 30 centímetros durante el sismo. Esa observación, incorporada en modelos geofísicos modernos, ha permitido calcular con mayor precisión la magnitud real del evento.

“Estudiar el pasado nos ayuda a proyectar el presente. No se trata de predecir, sino de anticipar escenarios posibles”, explica.

La aceptación de la teoría de la tectónica de placas —recién oficializada en 1965— permitió comprender cómo la corteza terrestre se mueve lentamente hacia Mendoza, generando acumulación de energía sísmica.

La comparación con el gran incendio de calle Serrano en 2007 es inevitable: fugas de gas, explosiones y fotografías similares a las del desastre de San Francisco de 1906. La historia, al parecer, no solo se repite: también se reinterpreta con nuevas herramientas.

García también destaca el rol que jugaba la prensa en ese entonces: “Había más diversidad y más responsabilidad. A pesar de las dificultades, nunca encontré alarmismo en los diarios, ni en los conservadores ni en los progresistas. Había otros valores sociales, todo era más brusco, casi como el Lejano Oeste”.

Una cultura sísmica

Valparaíso es, en esencia, una ciudad habituada al desastre. “Nos queda una cultura sísmica que es parte de nuestra identidad. Nuestra forma de reaccionar ante los temblores refleja siglos conviviendo con catástrofes”, reflexiona el cronista.

También, la manera de construir cambió en el puerto. Se incorporaron nuevas técnicas constructivas a las obras arquitectónicas. Algunos arquitectos, como Esteban Orlando Harrington fueron los encargados de ejecutar nuevas obras, dado que producto del sismo sus inmuebles no se habían visto afectados de la forma que otros sí, por el uso de metal y albañilería de ladrillo.

Ascensores, cerros, planes de emergencia y cicatrices en la memoria colectiva dan cuenta de un puerto que aprendió a vivir en constante movimiento. Claudio Opazo, periodista del Museo de Historia Natural de Valparaíso, que ha generado estos espacios de divulgación, explica que la “respuesta positiva de la comunidad nos permite poner en valor las características propias del territorio, para que las personas puedan valorar su patrimonio, entender su entorno y reconocer que todo lo que tenemos hoy es fruto del esfuerzo de otros. Estas iniciativas generan una sinergia cultural donde se apoyan mutuamente la escritura, la economía circular, la difusión del conocimiento y el aprendizaje. La idea es que este sea un espacio de encuentro y reencuentro”.

Museo de Historia Natural de Valparaíso: https://www.mhnv.gob.cl/