Harald Hauswald y la imagen como documento político en la RDA

  • El fotógrafo alemán estuvo en Chile. En su paso dio conferencias sobre el rol de la imagen documental y cómo el fotógrafo debe «caminar por el borde», en alusión a su vinculación con la realidad.
@Harald Hauswald

Harald Hauswald (Alemania, 1954) es uno de los fotógrafos que registró la República Democrática Alemana desde la perspectiva de sus habitantes, sus rutinas y sus expresiones, generando así un valioso testimonio de la vida cotidiana en el país socialista, en una época en que Occidente miraba a Alemania Oriental a través del implacable discurso propagandístico de la Guerra Fría.

A 35 años de la caída del Muro de Berlín, con un país unificado, la fotografía de Hauswald —y la de otros fotógrafos que retrataron la RDA— constituye uno de los recursos más valiosos para asomarse a lo que fue esa existencia común y corriente, pero bajo vigilancia. “Yo solo quería fotografiar la vida diaria de la gente”, recuerda, “pero esas imágenes se convirtieron con el tiempo en documentos políticos”.

Para Hauswald, quien vivió en Berlín Oriental desde 1977, el acto de fotografiar se asemeja a ser espectador de una “obra de teatro, donde uno saca una, dos, tres, cuatro fotos, donde están los personajes, los márgenes, los cuerpos”. Por eso, afirma, “un fotógrafo tiene que ser leal a sí mismo. La cámara no hace la foto: la hace quien mira. Están los detalles, la composición, la forma de encuadrar. Eso es lo que distingue una fotografía de otra”.


Fotografía y resistencia

Harald Hauswald es miembro fundador de la agencia OSTKREUZ y, además, recibió la Cruz Federal al Mérito por su aporte a la democracia. El expediente que la Stasi recopiló sobre él alcanzó 1.700 páginas, por lo que debió idear formas de proteger su trabajo mediante la circulación de su obra.

Eso demuestra que la fotografía incomoda a los regímenes autoritarios. Es, sin proponérselo, un acto de resistencia. Desde lo cotidiano hasta lo extraordinario, es el asombro lo que despierta en el fotógrafo la necesidad de capturar la realidad.

Hablamos de retratos de personas en la calle, de pasajeros sentados en el metro tras un día de trabajo, de jóvenes punks con sus cabezas rapadas, de un matrimonio recorriendo Berlín en motocicleta, de dos mujeres frente a un escaparate o de jóvenes protestando en la Puerta de Brandeburgo: la vida misma.

Pudimos conversar con Hauswald luego de su charla en la Universidad de Viña del Mar, a través de una videollamada. Actualmente, se encuentra preparando una gran muestra, en la cual podría —o no— incluir fotografías de su visita a Chile, donde señala que tomó muchas imágenes, especialmente de comunidades mapuche.

Hoy, cuando todos llevamos una cámara en el bolsillo, surge la pregunta: ¿qué testimonios quedarán para el futuro?, ¿qué relatos trascenderán en el tiempo? Hauswald explica que la diferencia entre un fotógrafo profesional y uno amateur no radica solo en la técnica, sino en la mirada.

Admirador de la agencia Magnum y de Sebastião Salgado, subraya que el valor de una imagen está en su permanencia: “Decían que, de toda una vida de trabajo, solo veinte fotos realmente valen. Esas son las que resisten el paso del tiempo”.


Imágenes poderosas y el peligro de la nostalgia

Durante la dictadura socialista en Alemania Oriental, su cámara se convirtió en un riesgo. Sus imágenes de la vida cotidiana circularon clandestinamente hacia Alemania Federal, con la ayuda de periodistas extranjeros acreditados en Berlín Este.

“Ellos llevaban las fotos escondidas hacia Occidente. Era algo prohibido. Podía haber terminado preso”, recuerda. Fue esa red de contactos internacionales la que también lo protegió: “Cuando me detenían, los periodistas occidentales se enteraban de inmediato. Eso me salvó varias veces. Tenía cierto nombre, y la policía debía soltarme”.

En esta actividad no estaba solo: formó parte de un pequeño grupo de fotógrafos y artistas disidentes de Berlín Oriental, muchos de ellos amigos, unidos por la necesidad de registrar lo que el régimen ocultaba.

Tras la caída del Muro, Hauswald siguió viviendo en su barrio, con la misma rutina, pero enfrentando un país distinto. Le preguntamos qué pensaba sobre la llamada “nostalgia del Este”, esa tendencia a romantizar cierta estética y sensación de seguridad bajo un Estado que proveía bienestar: “Esa nostalgia es peligrosa. La gente recuerda solo lo bueno, lo protector del sistema. Pero olvida que no podíamos viajar, que estábamos bajo vigilancia, que no había libertad, que el diez por ciento de la población trabajaba para la policía. No hay que romantizarlo”.

Su mirada crítica se mantiene alerta frente a los nuevos autoritarismos y extremismos que resurgen en distintas partes del mundo. “La fotografía puede ayudar a despertar conciencia, a hacer visible lo que el poder quiere esconder. Esa es su función histórica”.

Para Hauswald, el fotógrafo debe observar desde los márgenes, mirar donde los demás no miran. “El rol de la fotografía es mostrar la verdad. Un buen fotógrafo camina por el borde”, sostiene.

Por ello, a los jóvenes que hoy registran las movilizaciones sociales o los cambios de época, les aconseja: “Hay que conocer el mundo, tener una posición frente a él. No se trata solo de registrar, sino de saber qué quieres contar. La foto debe provocar algo: ternura, reflexión, emoción. No basta con que la entienda quien la hizo; debe hablarle también al observador”.

Hauswald trabaja “con el asombro”. Se deja guiar por aquello que le llama la atención, como un niño que descubre algo por primera vez. “Cuando algo me asombra, empiezo a fotografiar. Casi todos los cuerpos en mis fotos están completos; cuido las líneas, los espacios, el aire. Trato de hacer imágenes que nunca antes haya visto”.

Por esta razón, advierte sobre el plagio y la irrupción de la inteligencia artificial en la creación visual. “Es muy peligrosa. La IA está matando parte de lo que era la mirada pura. Así como la fotografía dejó sin trabajo a los retratistas del siglo XIX, ahora la inteligencia artificial está dejando sin espacio al fotógrafo real”, reflexiona. “La dignidad de esta profesión está en la verdad. Y la verdad no puede ser una suma de plagios”.

A sus 71 años, Harald Hauswald sigue fiel a su oficio: caminar, mirar, sorprenderse. Busca la humanidad de lo cotidiano. En un mundo saturado de imágenes, su trabajo recuerda que mirar sigue siendo un acto político.

Finalmente, señala que, como fotógrafo, uno debe ser leal a sí mismo: “Tú tienes que saber muy bien lo que quieres contar, sentir una ternura, que te afecte, digamos”.

Agradecimientos a:

Nancy Mansilla @nmanalva

Paula Osorio @

Paulina Jarpa @paulina.jarpa_luco

@grenzkunst _contracorriente

Konzert der Band Tacheles im Jahr 1987 in der Ostberliner Zionskirche. An der Gitarre links oben auf der Kanzel spielt André Greiner-Pol. Sänger ist Rafael Insunza Figueroa. Am Schlagzeuger ist Alex Kriening und Keyboarder ist Frank Tröger, häufig auch Trötsch genannt. Berlin-Mitte, 1987, DDR

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